Cuando el karting es mucho más que un deporte

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De la mano de su protagonista, contamos la historia de Alberto Martín: un ejemplo de coraje y de pasión por el karting, como terapia y vía de superación.


No siempre los grandes logros, vienen de la mano de un título, un trofeo o tener tu nombre escrito para la posteridad, en el palmarés de algún evento importante. Eso es válido en la vida y en el deporte, donde encontramos auténticos campeones, que luchan por sus sueños como cualquiera, pero en ocasiones, con muchas más dificultades, y sin el merecido reconocimiento.

"Para mi, el karting, es mucho más que un hobby, mucho más que un deporte…es, más bien, una terapia. La misión de nuestro cerebro es mantener vivo al cuerpo. Cuando me pongo el casco y me pongo al volante, el cerebro detecta el riesgo y que me puedo matar en un accidente. Por ello, le obligo a activar “vías dañadas” ...coordinación, reflejos, fuerza, relajación muscular, concentración".

Lo cuenta Alberto Martín, quien debido a un error médico durante su nacimiento, sufrió la falta de oxígeno unos minutos en el cerebro, lo que le provocó una parálisis cerebral a nivel psico motriz, con un 70% de discapacidad. Pese a que los médicos, predijeron que para él una vida en estado semi vegetativo en una silla de ruedas, alegando que no podría conseguir una mínima masa muscular que me permitiera mantenerse en pie, Alberto comenzó pronto su batalla para demostrar que estaban equivocados.

"Desde los 8 meses de edad, iba tres días por semana a rehabilitación dos horas diarias, y dos días por semana a natación". También siendo un bebé, tuvo sus primer contacto visual con la velocidad, con el sonido del motor y el olor a gasolina, "mi primer rally lo vi con ocho meses de edad, y al circuito del Jarama le llevaban prácticamente desde que nací".

Mientras Alberto crecía, afrontaba retos diferentes a los niños de su edad, pero tenía como cualquier otro, sus gustos y aficiones, la suya eran los coches. "Mi padre era gerente de un garaje, cerca de la sede de una mítica escudería madrileña, Arym. Mi hermano era muy aficionado al mundo del motor de competición, así que, me crié entre coches de competición, talleres, circuitos".

Y para un niño apasionado por los coches y las carreras, como no podía ser de otra manera, el karting era una gran ilusión, pero ¿podría alguien con sus limitaciones pilotar uno?.
"Con 5 años me permitieron conducir un kart infantil de alquiler, y por algún motivo, sin que nadie me enseñara, hacía cosas que los demás niños no hacían, como contravolantear, tomar curvas rápidas a fondo, trazar. Desde siempre, todo me sale de forma natural o intuitiva".

Y es que para Alberto, sus limitaciones desaparecían al volante de un kart, aunque no del todo a su alrededor. "Durante toda mi vida, mi único sueño era tener un kart de competición, pero para mi, todo en la vida son trabas y negativas motivadas por los prejuicios sociales".

Los años pasaron, y Alberto no dejó su pasión por nada del mundo, todo lo contrario "Siempre me llevaban a montar al karting de Santos de la Humosa, así que el propietario del circuito, sabía cómo conducía y controlaba los karts de adultos".

A la edad de 15 años, por fin, pudo tener un kart de competición, un formula CEK de 100c.c. "Recuerdo, el día que lo estrené, en el karting Santos de la Humosa, al verme subirme, todo el mundo se echó las manos a la cabeza, pensando que no sabía lo que hacía y que me iba a matar. Pero una vez más, todo me salía de forma natural, y a partir de la tercera vuelta, ya iba a fondo, y jamás tuve accidentes graves."

Aunque competir era otro sueño para él, las trabas que siempre se encontraba en su camino, se hacían persistentes. "Nunca me permitieron competir oficialmente, la Federación Española de karting jamás me quiso conceder una licencia, alegando que su seguro médico no quería responsabilizarse de mi".

Sin embargo, la vida le tenía reservada la posibilidad de sentirse también piloto de carreras. "En 1.993, un día que fui a entrenar al circuito Henakart, de Torrejón de Ardoz, su propietario, Luis Muñoz, me invitó a participar en un campeonato social que iban  organizar. Participé cinco años en ese campeonato, y obtuve numerosos podios y victorias contra personas mayores que yo y sin ninguna discapacidad. Jamás se me pasó por la cabeza pretender llegar a ser “algo”, ni siquiera pensaba si era bueno o malo…simplemente, disfruté de cada metro al volante y de las sensaciones que me producía". 

Tras el fallecimiento de su padre en 2.001, se vio obligado a dejar el karting, al no tener a nadie que me llevase al circuito, y no volvió a ponerse al volante de un kart hasta 2010, "cuando un amigo me permitió dar unas tandas con su kart" o en 2017, "cuando hice una pequeña exhibición de cinco vueltas para ayudar a recaudar fondos para una fundación que ayuda a niños con parálisis cerebral, ya que dedico mi tiempo a visitar escuelas de educación especial y fundaciones que ayudan a niños con parálisis cerebral, enfermedades raras... donde doy charlas de motivación y superación para intentar motivarles y que vean a través de mi que nada es imposible".

Esta labor de ayuda, fue la que llevó a Alberto a sentarse de nuevo en un kart, en 2019, esta vez en el circuito Marlonkart de Oropesa del Mar, en Castellón, de la mano de Félix Porteiro. "Conozco a la familia Porteiro desde hace muchos años y les sugerí la idea de hacer un vídeo con una cámara GoPro, para enseñar el vídeo a los niños en mis visitas a las escuelas. Amablemente, me dejó un Tony kart Rotax y Marlon kart me permitió rodar."

Para Alberto, una vez más, fue como si el tiempo no hubiera pasado y todo fluyó: "Sin conocer el kart ni el circuito, recuperé las sensaciones de forma instintiva en tan solo cuatro vueltas, como si no lo hubiese dejado nunca. Lógicamente, guardé un amplio margen de seguridad para no dañar el kart que me dejaron. Para mi, fue increíble recuperar esas sensaciones. No busque tiempos, ni necesito demostrar nada a nadie, mi única intención era demostrar con hechos, y no con palabras que, nada es imposible".  

Sin duda lo ha demostrado y lo sigue haciendo. La historia de Alberto Martin es un ejemplo de coraje y de pasión por el karting, como terapia y vía de superación.

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